El turismo tal y como lo conocemos hoy en España, nace en la década de los 60. Esta década es la del movimiento hippie, la minifalda, la locura por los Beatles y el baile del twist en los guateques. El aumento de los salarios y la reducción de la jornada laboral permiten popularizar un fenómeno hasta entonces reservado para la clase más acomodada. La llegada del Seat 600 y otros utilitarios de la época acercan el sueño de muchas familias de pasar unas vacaciones junto al mar. Arranca el ‘boom’ turístico.
España se convierte pronto en uno de los lugares turísticos más visitados del mundo, y pronto nace el término turismo sanitario. Miles de turistas comienzan a venir a España, no solo por nuestras playas y museos, si no por nuestra calidad asistencial sanitaria.
A principios del siglo XXI, empieza a tomar forma lo que denominamos turismo reproductivo. Parejas que vienen de todos los lugares del mundo para conseguir el sueño de ser padres, motivados por el alto nivel de las clínicas españolas y una legislación menos restrictiva.
Anualmente, se calcula que entre 30.000 y 35.000 parejas y personas solteras recurren al turismo reproductivo en España para formar una familia.
El tratamiento estrella por el que vienen estas personas es la donación de óvulos, aunque también vienen por otro tipo de tratamientos como la inseminación artificial con semen de donante (IAD), sobre todo mujeres solas y parejas de lesbianas.
Los países de procedencia de estas personas son muy variados, aunque principalmente son Francia, Italia, Reino Unido y Alemania.
Nuestro Centro hace ya casi 10 años que comenzó a recibir pacientes de otros países, siendo hoy un Centro de referencia en España dentro de lo que denominamos turismo reproductivo. Incluso podríamos decir que hemos llegado a acuñar un término propio que nos caracteriza: el enoturismo reproductivo, en el que fusionamos la belleza de los paisajes y viñedos que nos rodean con la calidad asistencial que ofrecemos a nuestros pacientes.
Como dijo Mark Twain : “ Viajar es un ejercicio con consecuencias fatales para los prejuicios, la intolerancia y la estrechez de mente”.
Daniel García
Embriólogo